domingo, 16 de agosto de 2009

AGRICULTURA-EEUU: Huertas echan raíces en las ciudades



Por Enrique Gili -
Publicado por IPS Noticias el 12 Ago 2009



SAN DIEGO, Estados Unidos, ago (IPS) – Terrenos baldíos y otros predios abandonados son convertidos en huertos en ciudades de todo Estados Unidos, mientras sus habitantes se empapan del vocabulario propio de la literatura alimentaria.

Problemas económicos y temores han llevado a muchos hogares estadounidenses estas dos preguntas básicas: “¿De dónde viene nuestra comida?” y “¿Cómo la pagamos?”.
La huerta New Roots (Raíces Nuevas), situada en San Diego, en el occidental estado de California, es parte de un experimento inusual de activistas alimentarios, que buscan crear una agricultura sostenible dentro de los límites de la ciudad.

Bajo la órbita del Comité Internacional de Rescate, una organización sin fines de lucro que trabaja con refugiados en todo el mundo, la comunidad de inmigrantes de City Heights ha iniciado una huerta urbana para los residentes del lugar.

Inaugurada a mediados de julio, la Huerta Comunitaria New Roots es un terreno que no había sido cultivado y que ocupa unas nueve hectáreas municipales. Tiene el potencial para complementar la alimentación de cientos, si no miles, de personas pobres que viven en el gran San Diego.

La granja se inauguró luego de casi cuatro años de negociaciones con agencias locales y federales. “Nos llevó mucho tiempo acceder a esta tierra”, dijo Amy Lint, coordinadora de seguridad alimentaria del Comité Internacional de Rescate, hablando del esfuerzo para obtener los permisos necesarios.

Los fundadores esperan que la huerta sirva como ejemplo de lo que puede hacerse en un entorno urbano. Incluso pequeños predios pueden resultar sorprendentemente productivos en manos de agricultores experimentados.

Muchos participantes reciben alguna forma de asistencia federal asignada a familias que viven en la pobreza. “La gente de aquí no come tres comidas por día”, señaló Lint.

Según ella, el Comité Internacional de Rescate considera que la granja es una oportunidad para que los recién llegados sobrevivan y prosperen.

INMIGRAR Y CULTIVAR

Estas experiencias ayudan a los refugiados a integrarse a la sociedad y mejorar su nutrición, junto con las oportunidades de empleo que pueden surgir al operar una granja a pequeña escala. La mejor manera de apoyar a los miembros de esta iniciativa es ayudarlos a cultivar por sí mismos, sostuvo Lint.

Muchos han llegado huyendo de zonas conflictivas, expulsados de sus patrias en periodos de guerra civil y violencia extrema.

Laborada por birmanos, camboyanos, guatemaltecos y somalíes de origen bantú, entre otros, la huerta representa un microcosmos. La mayoría de ellos pertenecen a comunidades étnicas marginadas que vivieron en sociedades rurales organizadas en clanes y familias.

“Somos agricultores”, explicó Hamadi Jumale, director de salud mental y portavoz de la Organización de la Comunidad Somalí Bantú de San Diego.

Bilali Muya es director de New Roots y activista comunitario. Su mundo colapsó en 1991, cuando estalló la guerra civil en Somalia. Escapó a Kenia. Terminó reuniéndose con sus padres y se abrió paso hasta un campamento de refugiados, donde lo ayudaron a llegar a Estados Unidos.

Antes de la guerra civil, los bantúes constituían la columna vertebral de la región agrícola de Somalia.

Llevados allí para trabajar en el siglo XVIII, su presencia en Somalia fue un legado duradero del comercio árabe de esclavos, que los marcó como marginados culturales y étnicos.

Tras casi una década de lucha, el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos reconoció la situación de los bantúes somalíes, concediéndoles el estatus de refugiados.

En 1999, funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) comenzaron a coordinar su traslado del campamento de refugiados en Kenia a Estados Unidos, donde se reasentaron aproximadamente 12.000 de ellos.

UNA HUERTA DIFERENTE

Una tarde de fines del verano boreal, el sol se asoma sobre un paisaje árido que dista de evocar un vergel, en una parte de la ciudad que la oficina de turismo evita mencionar. Los aviones vuelan bajo, en medio del zumbido constante del tráfico.
La huerta es una obra en construcción. Ochenta parcelas de tres por seis metros fueron asignados a cuatro grupos de inmigrantes. El resto se distribuyó entre los habitantes del lugar.

Actualmente los huertos están al cuidado de amigos y familiares, que hacen lo necesario para que el suelo sea productivo. Todavía falta despejar piedras en buena parte del terreno. Pero hay promisorias señales de vida, con vegetales que asoman en lo que antes parecía una tierra yerma.

Muya cree que la huerta confiere un objetivo a la comunidad somalí bantú, vinculando a las 400 familias de ese origen que viven en San Diego con su pasado agrícola e infundiéndoles esperanzas en el futuro.

“Estamos aquí para construir nuestras vidas y las de nuestros hijos”, dijo Muya, mientras se dirigía al hospital a ver a su esposa y a su bebé recién nacido.
Pero New Roots es una pequeña parte de la ecuación agrícola general. Las historias personales de quienes están comprometidos en el movimiento alimentario, como los somalíes bantúes, han incentivado a los activistas.

Así, se han propuesto reformas al cultivo y distribución de los alimentos, o la implementación de créditos para reducir emisiones de carbono, y varias iniciativas para que las familias pobres accedan mejor a productos frescos.

El gobierno federal está actuando en algunas áreas del sistema alimentario.
Según estadísticas de 2008 del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, 753 mercados agrícolas de todo el país aceptaron cupones a cambio de alimentos, lo que supone un aumento de 34 por ciento en relación al año anterior. Aunque el porcentaje de reembolsos es muy pequeño en comparación con las ganancias que se generan en los mercados agrícolas, aumentaron de alrededor de un millón de dólares en 2007 a 2,7 millones de dólares en 2008.

En cuanto a la reforma política real, el cultivo en las ciudades también ha ayudado a promover una agricultura sustentable en las más altas esferas. Los activistas alimentarios estaban eufóricos en marzo, cuando la primera dama Michelle Obama inició su huerta orgánica en el jardín de la Casa Blanca.

“Sabemos que lo que estamos haciendo es apoyado a los máximos niveles”, dijo Gail Feenstra, experta en sistemas alimentarios de la Universidad de California en Davis.


(FIN/2009)

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