viernes, 22 de julio de 2011

Arcosanti, Ciudad de cuatro dimensiones





por Darío Maranzano

A comienzos de 1981 se publicaron en los Estados Unidos las cifras preliminares del censo de 1980. Las estadísticas muestran que casi todas las grandes ciudades americanas han perdido entre el 10 y el 21 por ciento de población respecto del censo de 1970. Según testimonios aún no cuantificados definitivamente, pareciera que algo similar ocurre con diversas ciudades (Londres, Glasgow, Zurich) de países europeos occidentales. Para muchos, el fenómeno resulta inexplicable pues contradice la tendencia global de afluencia de gente hacia las grandes ciudades que se iniciara con la era industrial, y que todavía continúa a paso acelerado en las regiones del planeta donde la marca de la industrialización recién llega a sus costas con todo vigor. Para otros, en cambio, las estadísticas estarían meramente reflejando parte de un fenómeno más amplio que tiene lugar en la sociedad capitalista industrialmente avanzada: el pasaje de la era industrial a la era post-industrial, pasaje que, por su misma novedad histórica, estaría produciendo a todo nivel fenómenos lógicamente no extrapolables a partir de las tendencias hasta ahora vigentes.
El hombre vio tradicionalmente a la ciudad como madre protectora, símbolo amurallado que lo rescataría de los rigores de lo impredecible y le brindaría el sueño de dejar de estar a merced de la naturaleza - Rea o Cibeles, diosa griega de la Tierra, lleva en su cabeza una corona de muros, símbolo de la ciudad, la madre que cobija a los moradores, sus hijos. Pero a medida que el seguro entorno controlado de la ciudad fue reemplazando al fluctuante medio ambiente natural, el hombre cada vez más dejó de estar a merced de la naturaleza para pasar a estar a merced del hombre.
La pérdida de independencia se hizo particularmente aguda con el advenimiento de la era industrial y la constitución de los estados modernos, con su proclividad siempre creciente a regular todas las actividades del individuo. Parcialmente como respuesta a esta presión, surgen en el siglo pasado intentos de construir "refugios" por parte, por ejemplo, de socialistas utópicos como Charles Fourier, en Francia, quien proponía edificar falansterios o ciudades ideales que albergaran a miles de personas distribuídas según sus afinidades espirituales. Ligada al capitalismo naciente, la utopía triunfa y los falansterios se multiplican todo a lo largo del siglo XIX, aunque muy pocos entran con vida al siglo XX: el capitalismo moderno se encarga de ejercer la presión final contra los sobrevivientes.
Un rebrote semejante, si bien con características muy específicas, es el que tiene lugar en la década de 1960 en los Estados Unidos - y, en diversa medida, en el resto de los países industrializados de Occidente. Miles de comunidades rurales y urbanas empiezan a desgajarse de la sociedad global en im intento de descentralización y autorregulación. Son las jóvenes generaciones de postguerra las que reaccionan procurando primariamente un retorno entre romántico y anárquico a la naturaleza. Por rechazo y carencia de líderes, así como de proyectos realistas a largo plazo, la mayor parte de esas comunidades intencionales resultaron escasamente estables, aunque el conjunto aun muestra una sostenida capacidad de reproducción, persistencia y maduración. Es posible que la crisis energética de toda la década pasada haya colaborado en el fortalecimiento ulterior de esta tendencia, factor no desdeñable a la hora de explicar el fenómeno incipiente de abandono de las grandes madres sobreprotectoras de la era moderna.

Paolo Soleri y su Fenómeno Urbano

En este contexto se inscriben las propuestas urbanísticas de Paolo Soleri, arquitecto italiano que en 1971 inició la construcción de Arcosanti, ciudad para 5000 habitantes que se esta levantando en el desierto de Arizona, 110 kms al norte de la ciudad de Phoenix, EE.UU. Graduado con las mas altas calificaciones en el Politécnico de Turín, Italia, al radicarse en EE.UU. Soleri estudió y trabajó con el célebre arquitecto Frank Lloyd Wright. A partir de 1955, paulatinamente fue desarrollando una filosofía urbanística propia, la arcología, que tiene su primera oportunidad de materialización global en Arcosanti.
Si bien Soleri es un crítico acérrimo de las ciudades caóticas y monstruosas que inconscientemente se han ido edificando y habitamos (Ver su pensamiento en recuadro adjunto), no reniega románticamente de la ciudad ni de la tecnología. Por el contrario, su filosofía se apoya fuertemente en la función positiva de la alta concentración urbana para la evolución del hombre Siguiendo a Teilhard de Chardin, Soleri piensa que estamos asistiendo a una expansión sin precedentes de la conciencia humana, la cual se da a través de "un contacto en masa (''planetización'') de la humanidad: pueblos y civilizaciones llegados a un grado tal, sea de contacto periférico, sea de interdependencia económica, sea aun de comunión psíquica, que ya no pueden crecer mas que interpenetrándose" (El Fenómeno Humano, P. Teilhard de Chardin, pág. 302, Ed. Taurus, 1963).
En la visión de Teilhard, el quid de la evolución biológica es la ascensión de la conciencia en grados cada vez mas altos de complejidad y unión. La actual ocupación de todo el planeta por la humanidad en constante aumento y socialización no sería más que la fase preparatoria para la ascensión de un nuevo peldaño; la inmensa presión que la humanidad ejerce sobre el individuo prendera en éste fuegos largamente dormidos. Además, esa membrana pensante (la humanidad) que envuelve a la Tierra, no será según Teilhard una masa robotizada en las fábricas y en los ejércitos, pues la unión a la larga produce la diferenciación, ya que "al confluir, . . .los granos de conciencia no tienden en modo alguno a perder sus contornos y mezclarse. Por el contrario, acentúan la profundidad y la incomunicabilidad de su propio ego. En su conjunto total, cuanto mas llegan a ser el Otro, mas se hallan ser ''ellos mismos" (Op. cit., pág. 314).
Desde esta perspectiva, Soleri señala que la arcología (fusión de los vocablos "arquitectura" y "ecología") es un intento para favorecer racionalmente la evolución de la conciencia humana (Noósfera) sin causar danos irreparables al conjunto de la vida (Biosfera) o al medio ambiente físico. Para ello, esta filosofía urbanística procura la descentralización de las grandes ciudades mediante la construcción de pequeños pueblos (entre 3000 y 5000 habitantes) energética y alimentariamente autosuficientes. Pero, coherentes con la visión tellhardiana de la evolución futura de la humanidad, esos pueblos "arcológicos" conservan y hasta incrementan el rasgo mas saliente -y, por muchos, mas criticado- de las grandes metrópolis: la alta concentración humana. Son urbes en miniatura que se despegan del suelo en un solo bloque compacto de viviendas y áreas de producción, y que por lo tanto en casi nada se asemejan a las villas y pueblos de la era "preurbana" de la humanidad. Dicho en otros términos, la arcología promueve un retorno a la naturaleza amalgamando campo y ciudad, descentralización e incentivación de los contactos interpersonales, autosuficiencia y organicidad miniaturizada.
Tal vez la descripción de Arcosanti (Arquitectura-Cosa-Anti: "arquitectura anterior a las cosas") sea el mejor modo de definir la concepción arcológica de Soleri. Lo primero que llama la atención en el proyecto es su monumentalidad: la estructura principal de viviendas y producción tiene el equivalente a 25 pisos de alto y semeja un moderno rascacielo volcado sobre uno de sus costados, con la planta desarrollada en forma de boomerang.
Este empleo de la tercera dimensión, la altura, es esencial, por varios factores, en la filosofía urbanística de Soleri. Criticado también desde el punto de vista dei costo energético de la obra, Soleri defiende su partido desde otro ángulo: considera que la humanidad debe tender, por razones psicológico-evolutivas, a despegarse del suelo-algo así como la significación que tiene para el místico el acceso a las cumbres montañosas.
Desde una óptica más teológica, la crítica a la alta inversión inicial de energía se desvanece en un análisis de largo plazo. Si bien seguramente Arcosanti demandará en su construcción más energía que la que demandaría una ciudad plana equivalente (que usurpa 40 veces más superficie de tierra), una vez funcionamiento Arcosanti es extraordinariamente eficiente cuanto al aprovechamiento energético. Esto se logra integrando los efectos de invernadero, de ábside o cuarto de esfera, de termocirculación y de muros acumuladores, principios todos ellos de la arquitectura solar pasiva.

La estructura principal - aún no construída - estará orientada al sur (máxima insolación) por el lado interno del boomerang que constituye su planta. Al pie de esta estructura se hallan las construcciones que figuran en las fotos. Mas abajo, en la ladera de la colina rematada por la ciudad, el proyecto incluye un invernadero de casi dos hectáreas dispuesto en terrazas para el cultivo de hortalizas, cereales y legumbres, y para servir a la concentración del calor solar. El aire caliente del invernadero sube por enormes ductos y ayuda a calefaccionar la estructura superior en los meses invernales. Durante los meses calurosos, los tres niveles superiores enfriarán por evaporación el aire, el que entonces descenderá por los mismos conductos para refrigerar los niveles inferiores de la estructura. A estos efectos de invernadero y termocirculación reversibles se añade la acumulación de calor derivada de los muros de hormigón que integran la mayor parte del edificio principal; durante el día las paredes recogen y almacenan la radiación solar y luego la liberan hacia el interior a medida que el aire circundante se va haciendo mas frio.
Los sistemas de transporte de Arcosanti son sólo dos: los pies y los ascensores. El tipo de proyecto proscribe los automóviles dentro de la ciudad. Por otra parte, debido al invernadero y a la maximización de los procesos de reciclaje, Arcosanti necesitara solamente el 10 por ciento del agua que gasta una ciudad tradicional con su misma población. La totalidad de las construcciones ocupara cinco manzanas, con otras dieciocho de espacios abiertos aledaños entre los que se incluyen parques y plazas. Más allá, 370 hectáreas de tierras vírgenes, donde se respeta el ecosistema natural, componen la propiedad de la Fundación Cosanti, cuyo origen se remonta a 1956.

La cuestión financiera

Soleri creyó con tanta fuerza en su concepto de arcología que se instaló en el desierto de Arizona para iniciar la construcción de Arcosanti sin ningún tipo de respaldo ni financiación privada o estatal. Desde hace una década cerca de 3000 personas, en su mayoría estudiantes universitarios, han contribuído con su trabajo para ayudar a materializar este sueño unipersonal. Setenta y cinco universidades norteamericanas suministraron fondos a sus alumnos para que estos pudieran aprender en forma práctica la arcología permaneciendo temporadas variables en Arcosanti. Bajo la dirección de un núcleo compuesto por unos treinta habitantes estables, los estudiantes asisten a diversos workshops en los que aprenden técnicas constructivas, fabrican chimeneas de bronce y cerámica, cultivan las huertas y jardines, y realizan todo lo que se requiere para edificar el primer prototipo arcológico.
La gente va a Arcosanti por diversas razones. Muchos están convencidos que las ciudades convencionales son inhumanas, horribles, y ven en la filosofía y los proyectos de Soleri una alternativa atrayente. Algunos piensan futurológicamente e intuyen que para el ano 2000 las ciudades monstruo como Nueva York o Buenos Aires morirán entre estertores de falta de energía y contaminación; ayudar a construir Arcosanti es para ellos una contribución a la edificación de un futuro más promisorio.
Los estudiantes que provienen de las facultades de arquitectura, se acercan generalmente por insatisfacción con los que les están enseñando: una arquitectura puesta al servicio de proyectos urbanos edilicia, económica y socialmente fragmentados donde sus habitantes gustan de ciertas partes y aborrecen otras. Ellos ven en Arcosanti, en cambio, un entorno completo, integrado, que les promete a sus moradores identificarse con toda la ciudad, una "verdadera isla de salud en cuanto a diseño".
Casi la única fuente de entradas que hasta la fecha posee Arcosanti para su ejecución es el programa de workshops o laboratorios de cinco semanas de duración cada uno. Durante 1980, por ejemplo, se desarrollaron cinco workshops a lo largo de todo el ano con una participación de gente que varió según las estaciones, fluctuando su número entre escasas 10 personas en invierno y alrededor de 80 en el verano.
Cada laboratorio incluye, ademas de la enseñanza práctica de la arcología, conferencias, audiovisuales y clases semanales en las que Paolo Soleri y su equipo exponen el concepto de diseño y la historia dei proyecto de Arcosanti como así también las diversas técnicas constructivas y los principios de la arquitectura solar pasiva. En un nivel más abstracto, también se efectúan análisis y discusiones relacionadas con las implicaciones filosóficas de los escritos de Soleri y de sus proyectos arcológicos. El costo de cada laboratorio es de 300 dólares por persona.

La comunidad, hoy

En realidad, salvo la población permanente de entre 20 y 40 personas que esta procurando desarrollar una cultura propia, Arcosanti no constituye en el presente una verdadera comunidad sino mas bien un grupo humano operativo fuertemente amalgamado por una meta común: la terminación y el poblamiento definitivo de la ciudad. Cuando ésta este terminada, la gente que habite Arcosanti muy probablemente generará su propia estructura comunitaria, su propia cultura, que poco tendrá que ver con la de los actuales moradores y hasta quizá con la que Soleri se representa en su mente.
La mayoría de los arcosantinos tiene entre 20 y 30 años de edad. Aproximadamente un tercio son mujeres y dos tercios hombres. Todos dan gran importancia a la salud, al pragmatismo, la precisión, la vida del espíritu y la calidad de lo que cada uno hace, ya sea al construir como al enseñar o al cocinar. Más de la mitad son vegetarianos y casi todos son solteros.
Entre los integrantes de la comunidad estable las creencias religiosas e ideológicas no tienen importancia. En verdad, más bien se prefiere la diversidad, esa ley extrapolada de la naturaleza y que fuera revelada por la ecología. De quererse adjudicar un sistema de creencias específico común a todos, podría decirse que en Arcosanti la única religión es justamente la ecología, si bien los pocos ritos visibles son la contemplación de los atardeceres y los arcos iris o la participación grupal en los infaltables fogones nocturnos rondados por Baco. La mayoría coincide en un mandamiento de lo más sencillo y penetrante: ''Sé honesto contigo mismo y con los demás y vive lo que dices".
Debido a que se trata de una comunidad relativamente chica aun en los picos de poblamiento, no existe mucha necesidad de contar tampoco con un sistema formal para la toma de decisiones. Normalmente esto se hace de palabra y mediante acuerdos no pautados. A las 5,30 de la mañana, antes de iniciar las actividades del día, todos se reúnen en el comedor y se asignan las tareas, se comentan las novedades y se chismorrea un rato.
Al menos una vez por semana Soleri mantiene con todos una conversación informal sobre filosofía, ecología, arquitectura o lo que le interese al grupo o al mismo Soleri. Cada área de trabajo (cerámica, fundición, construcción y comedor) tiene su propio sistema de decisión según la disposición personal de cada líder. Un grupo puede tomar las decisiones por votación, otro puede trabajar por consenso general y un tercer grupo puede conducirse en forma más taoísta, es decir, mediante la ley de la aprobación implícita: si nadie te dice que no, entonces puedes hacerlo; pero si vas demasiado lejos, los demás te pararan.
Dentro de esta estructura sumamente libre y democrática, Paolo Soleri es en última instancia el patrón. "Como abad no religioso del proyecto, yo me reservo el poder de decidir cómo se tiene que ir diseñando y concretando la obra", dice el arquitecto italiano. Él es una especie de dictador benévolo que siempre esta atento a los consejos de los demás y que trabaja estrechamente asociado a los nueve miembros de la junta directiva de la Fundación Cosanti. Cada dos semanas se realiza una asamblea en la que participa toda la comunidad para tratar los problemas que afectan a la vida del grupo.
En los primeros tiempos, al iniciarse la década del 70, los arcosantinos no contaban con electricidad ni teléfonos, tenían que acarrear el agua en baldes y sólo podían utilizar sierras manuales. Posteriormente pudieron instalar un motor de explosión para generar electricidad, un teléfono compartido con cuatro vecinos, y empezaron a desplegar técnicas constructivas algo mas sofisticadas que el serrucho. En la actualidad Arcosanti tiene su propio teléfono, agua corriente, luz eléctrica de la red, grúas y caterpillars.
Al principio los escasos pobladores de Arcosanti eran jóvenes automarginados del sistema que iban allí para pasar meramente el tiempo y que abandonaban la comunidad una vez pasado el efecto de su rebeldía adolescente. Los residentes actuales, en cambio, toman con mayor seriedad la tarea y la población se ha hecho mas estable. La mayoría de los miembros de la comunidad que tienen uno o mas anos de antigüedad son artistas y sociólogos que viven el proyecto como un experimento social y urbanístico de trascendencia. Y que sienten que están construyendo una obra de arte parangonable con las grandes catedrales de la Europa medieval.
Cuando la ciudad se empezó a construir, los vecinos de los alrededores veían a los arcosantinos como hippies delirantes y pensaban que la arcología era un chiche para los ricos, ya que los que aportaban su mano de obra tenían que pagar por lo que hacían en vez de cobrar un jornal como normalmente se estila. Pero a medida que fue transcurriendo el tiempo y la suma de comunidad mas proyecto fue madurando y creciendo - a medida que la aridez inhóspita del desierto fue adquiriendo forma, vida y belleza -, ellos comenzaron a respetar el proyecto y hasta terminó gustándoles. Actualmente, por ejemplo, los arcosantinos y los habitantes de Prescott (la ciudad más próxima) tienen un fluido intercambio cultural y deportivo que había de raíces que están prendiendo.
Un elenco de teatro infantil sale frecuentemente de Arcosanti para dar su repertorio en escuelas y juntas vecinales de las inmediaciones, oportunidades que los arcosantinos aprovechan para transmitir a los niños su visión de un futuro mas pleno. Los senadores nacionales por el estado de Arizona ya han comenzado a interesarse en el "fenómeno Arcosanti" y durante 1980 empezaron a moverse para conseguir financiación federal, en tanto que el gobernador declaró a una semana de octubre como La Semana del Festival de Arcosanti.

Teniendo en cuenta que, a diez anos de iniciado, recién hay completado un 2 (dos) por ciento del proyecto original, a menos que en el futuro se produzca un feedback positivo en los flujos de mano de obra y capital (feedback perfectamente factible dado el atractivo cada vez mayor que puede ejercer Arcosanti ante una realidad externa en deterioro), la construcción de Arcosanti puede llevar 50 años, un siglo o la eternidad.
En este y otros sentidos, el prototipo arcológico que lenta y penosamente se están erigiendo en el desierto de Arizona es una metáfora de la vida. En principio altamente improbable si se la juzga con los parámetros lógicos vigentes en el medio del que emerge, la ciudad de Arcosanti, como las primeras formas vitales o como cualquier especie biológica radicalmente diferente de sus predecesoras, se encuentra frente a un medio fuertemente entrópico que se le opone pero que, a un mismo tiempo, la alimenta en su constante disgregación. (De allí que aquellos que creen firmemente en la lógica biológica de Arcosanti estén trabajando sin apremios ni ansiedad, convencidos que la realidad externa juega a su favor, tal como ya ocurrió en 1973 con la crisis energética y como muy probablemente seguirá ocurriendo con semejantes y nuevas crisis).
Por el momento Arcosanti, igual que tantos miles de experimentos comunitarios de los últimos veinte años y de los últimos dos siglos, es sólo una frágil experiencia más que puede esfumarse sin dejar otro rastro que algunos vestigios "paleontológicos" y un hálito vital transferido a formas evolutivas superiores a ella misma. A diferencia de otras comunidades intencionales más practicables, la fuerza de Arcosanti no radica en su capacidad intrínseca actual de reproducirse por imitación externa. Su fuerza únicamente esta en el porvenir y en la mística de Paolo Soleri y su equipo. Pues Arcosanti es una suerte de soberbio Punto Omega que ejerce su atracción desde el futuro, algo así como una primera catedral contemporánea cuya dimensión más sobresaliente es la cuarta, el Tiempo.
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DEL PENSAMIENTO DE PAOLO SOLERI

La polución del ambiente no retrocederá si no es acompañada por el retroceso de la polución del alma.
El fenómeno biológico, en contraposición con el fenómeno físico, es fundamentalmente la introducción del elemento de improbabilidad dentro de lo ordenado probable.
El retorno a la naturaleza es casi lo opuesto de lo que se concibe que es. El retorno a la naturaleza es el redescubrimiento de la congruencia entre la parte y el todo. Es volver a conectar el trocito con la enormidad del cosmos. Pero, fundamentalmente, es la planificación cuidadosa y reverente de nuestra propia especie en futuros de siempre más altos grados de improbabilidad.
La autoridad debe ser ''impotente" para ser real. La autoridad tiene el poder de la convicción. El autoritarismo tiene el poder de la coerción. La autoridad es conocimiento. el autoritarismo es arrogancia fraudulenta.
Visto como el final de un proceso, el hombre es absurdo. Visto como el inicio de un proceso, el hombre podría ser irrecuperable, desesperante, pero nunca absurdo. Nos hallamos en el punto en que el campo magnético esta comenzando a orientar cada partícula (mónada). El modelo total se encuentra muy distante en el futuro pero el imán es operativo y las partículas se orientaran por si mismas. En realidad el imán (que ocupa la posición de Dios) se va construyendo a si mismo y el campo de fuerzas no sólo esta sin definir sino que también es altamente improbable, no absurdo, sólo inconcebible.
Somos increíblemente indulgentes para con las condiciones que nos atrapan a cada uno de nosotros día tras día. No nos de tenemos a pensar que invertimos alrededor de un sexto de nuestras energías y conocimientos para mantenernos en movimiento (el automóvil). Dedicamos interminables horas de nuestras vidas a conectarnos con otras cosas, otros lugares, otras personas. Aceptamos la frustración, los rebajamientos, la segregación, la polución, la bancarrota (de las ciudades interiores) para gloria de la vaca sagrada que llamamos opulencia, y aceptamos inconscientemente el paisaje urbano como algo que corresponde a la escala humana. El hecho de que usualmente no percibimos el tamaño enorme del entorno que nosotros mismos hacemos, se vuelve en contra nueStra con fuerza vengadora. Literalmente, realizamos todo este despilfarro dentro de panqueques gigantes de lentitud y confusión, ruido y polución, panqueques que son flagrantemente inhumanos.
Lo que yo propongo es todo lo opuesto. Se trata de una estructura tridimensional, relativamente grande, que es una fracción del volumen total de una ciudad plana equivalente. Un fénix que, en vez de usurpar 200-300 mulas cuadradas de buena tierra de cultivo, se erige identificable, positivo, comprensible, audaz y en funcionamiento eficiente sobre 3-4 millas cuadradas, rodeado de un mar de terrenos y parques públicos.
Si, para entendemos mejor, dividimos las actividades humanas en dos categorías, el servicio/mantenimiento y la producción /ocio, podemos decir que el primer grupo tiende a ser el menos deseable, la categoría que vincula el trabajo penoso con lo desagradable. Todo proyecto organizativo y estructural que reduzca dicho aspecto, por definición volverá más humana la condición del hombre. Descendiendo al nivel del ejemplo, si una ciudad encuentra formas de reducir el volumen de sus servicios-incluída la maquinaria burocrática que la gobierna - a un 25 % entonces esta ciudad constituye un lugar mejor para vivir en la medida que produce más con menos.

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He aquí una lista incompleta de servicios:
1- Sistemas de transporte: cargas y gente
2- Transporte-distribución de energía e información
3- Entrega de agua, gas, energía
4- Entrega de comestibles, cartas, paquetes
5- Recuperación de desechos, basura y objetos inútiles
6- Recuperación-recolección de agua de lluvia
7- Servicios de mantenimiento (los más pesados)
8- Policía y control, ejecución de la ley
9 - Servicios de prevención de incendios. La reducción a un 25 % de todo esto habrá de significar definitivamente dos cosas:
A - Trasladar la ciudad de la indigencia a la riqueza;
B - Extraer al 75 % de las personas de actividades compulsivas y no muy agradables, liberándolas para una vida más prometedora. La observación de que la gente quedaría sin trabajo es insostenible, pues lo que en realidad se esta diciendo con ello es que debemos perpetuar la ineficiencia, es decir, el derroche, la polución, la fealdad, la esterilidad, la incompetencia, con tal de mantener a la gente ocupada.
La Arcología suministra el tipo de ciudad que puede particularmente producir esa reducción de la maquinaria burocrática-administrativa de servicios.
Naturalmente, yo no digo que poseo la respuesta porque la respuesta debería incluir la salvación de las generaciones presentes y futuras. Esto no es posible siquiera en la más favorable de las circunstancias. Lo que creo que poseo es la llave para la puerta correcta. Detrás de la puerta, todo esta por hacerse. Lo que si pienso es que allí podríamos hallar las pautas para el renacimiento de la sociedad.

Textos extraídos de P. Soleri, Malter Becoming Spirit, New York, 1972.
Base tomada de revista Mutantia número 5.

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