domingo, 13 de septiembre de 2009

LA NUEVA ECONOMIA



Por qué esta crisis podría ser nuestra mejor oportunidad para construir una nueva economía

por David Korten

Ya fuese la divina providencia o tan sólo la buena suerte, deberíamos agradecer que el colapso financiero nos haya golpeado antes de lo peor del calentamiento global y el pico en la producción de petróleo. Tan desafiante como pueda parecer el descalabro financiero, nos compra tiempo para construir un nuevo sistema económico que sirva a la vida en vez de al dinero. Es evidente el hecho de que el sistema financiero actual ha empujado a nuestro estilo de vida y a los sistemas naturales en los cuales dependemos al borde del colapso. Esta llamada despertadora está inspirando a una cantidad sin precedentes de personas a realizar acciones para dar a luz la cultura y las instituciones de una nueva economía que pueda servirnos y sostener nuestro planeta viviente por generaciones en el futuro.

El mundo de estabilidad financiera, sustentabilidad ambiental, justicia económica y paz (ese mundo que la mayor parte de la gente psicológicamente saludable desea), es posible si reemplazamos un sistema operativo defectuoso que valora sólo el dinero, busca monetizar cada relación, y empuja a cada persona a competir con todos los otros por el poder.

De potencia económica a caso perdido

No hace mucho tiempo atrás, las noticias estaban repletas con historias sobre la forma en que los maestros del dinero de Wall Street habían descubierto los secretos de la creación ilimitada de riqueza a través de exóticas maniobras financieras que eliminaban tanto el riesgo como la carga de producir alguna cosa de valor real. En un audaz experimento de ingeniería social, los intereses corporativos lideraron un cambio en la política pública que hizo a las finanzas el sector líder de la economía de EE.UU., y a la concentración de riqueza en manos privadas la prioridad económica número uno.

Los intereses corporativos lideraron una agenda política que hizo retroceder los impuestos sobre altos ingresos, le dio preferencias impositivas al ingreso de la especulación financiera por sobre el ingreso del trabajo productivo, cortó redes de apoyo social, bajó los salarios, privatizó activos públicos, envió al exterior empleos y capacidad de manufactura, y permitió que la infraestructura pública se deteriorara. Tuvieron la visión de un mundo en el cual los Estados Unidos dominarían la economía global al especializarse en la creación de dinero y en el mercadeo y consumo de bienes producidos por otros.

Como resultado, la fabricación de bienes cayó desde un 27 por ciento del producto interno bruto de EE.UU. en 1950 al 12 por ciento en 2005, mientras los servicios financieros crecieron desde el 11 por ciento al 20 por ciento. Desde 1980 al 2005, el uno por ciento de la población de mayores ingresos de EE.UU. incrementó su participación de ingresos gravables desde el 9 por ciento al 19 por ciento, con la mayor parte de este aumento captado por la décima parte más rica del uno por ciento. El país se volvió un importador neto, con un déficit comercial persistente de más de tres cuartos de un billón de dólares, financiado por una deuda externa en crecimiento. Los genios de Wall Street se felicitaron a sí mismos por su ingenio financiero aún mientras transformaban a los Estados Unidos en un caso económico perdido y creaban las bases para el colapso financiero mundial.

Todos los informes de astucia financiera enmascaraban el hecho de que una economía basada en riqueza fantasma es insostenible. Los activos ilusorios basados en burbujas financieras, el abuso del poder de los bancos para crear crédito (dinero) de la nada, el despojo de los activos corporativos, la concesión de crédito sin bases y la contabilidad creativa llevaron al colapso financiero, social y ecológico. El sistema bajó los salarios de la mayoría mientras continuamente los persuadía a comprar más de lo que podían afrontar usando deuda que no tenían forma de repagar.

Un sistema operativo defectuoso

El sistema operativo de nuestra economía de riqueza fantasma fue escrito por y para los intereses de Wall Street, para el único propósito de hacer más dinero para la gente que ya tiene dinero. Hace disponible dinero barato para los especuladores comprometidos en inflar burbujas financieras y en financiar otras estafas. Hace que el dinero sea caro y limitado para aquellos involucrados en producir riqueza real —la vida, y las cosas que la sostienen— y empuja a los miembros productivos de la sociedad a endeudarse con aquellos que no producen nada en absoluto.

El dinero, el último objeto de culto entre los seres humanos modernos, es el más misterioso de los artefactos humanos: un número mágico sin significado o existencia fuera de la mente humana. Aún así se ha vuelto el último árbitro de la vida, decidiendo quién vivirá en gran opulencia en medio de la escasez y quien morirá de hambre en medio de la plenitud.

La monetización de las relaciones —reemplazar el cuidado mutuo con dinero como el medio más importante de intercambio— se aceleró luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando el crecimiento del producto interno bruto (básicamente crecimiento medido en relaciones monetizadas), se volvió el estándar para evaluar el desempeño económico. El trabajo de la madre que cuida de sus hijos únicamente por amor no cuenta para nada. En contraste, la madre que deja a sus hijos sin atención para aceptar un pago por el cuidado de los hijos de su vecino de pronto se vuelve "económicamente productiva". El resultado es una política pública sesgada a favor de las relaciones monetizadas para crear riqueza fantasma —dinero— a expensas de la riqueza real.

Para crear el mundo que deseamos, debemos reiniciar la economía con un sistema operativo nuevo, basado en valores, diseñado para apoyar el equilibrio social y ecológico y la creación de verdadera riqueza viviente. El nuevo sistema debe estar localmente enraizado en comunidades fuertes y distribuir la riqueza equitativamente.

En una economía moderna, prácticamente todas las relaciones esenciales para la vida dependen del dinero. Esto les brinda un poder final a aquellos que controlan la creación y asignación de dinero. Cinco características del actual sistema monetario prácticamente aseguran este abuso:

1. La emisión y asignación de dinero están controladas por bancos privados gestionados para el exclusivo beneficio de sus administradores más importantes y sus más grandes accionistas.
2. El dinero emitido por bancos privados como deuda debe ser repagado con interés. Esto requiere de un crecimiento económico perpetuo para crear suficiente demanda para nuevos préstamos para crear el dinero requerido para pagar el interés debido a préstamos anteriores. El hecho de que prácticamente cada dólar en circulación esté generando interés para los banqueros y sus inversores virtualmente asegura una imparable concentración de la riqueza.
3. El poder para determinar cuánto dinero circulará y hacia dónde fluirá está concentrado y centralizado en un sistema altamente interrelacionado de corporaciones de beneficio privado que operan en secreto, lejos del escrutinio público, y con la connivencia de la Reserva Federal.
4. La Reserva Federal se presenta a sí misma como una institución pública responsable de ejercer supervisión, pero responde únicamente a sí misma, opera primariamente para el beneficio de los bancos de Wall Street más grandes, y favorece constantemente los intereses de aquellos que viven por los ingresos del dinero por sobre aquellos que viven de los ingresos de su trabajo.
5. La falta de supervisión regulatoria adecuada permite a los jugadores de cada nivel del sistema tomar decisiones de mucho riesgo, recolectar honorarios generosos basados en ganancias fantasmas, y pasar el riesgo a otros.

Un sistema operativo basado en valores

Para sacarnos del actual desorden y crear el mundo que deseamos, debemos reiniciar la economía con un sistema operativo nuevo, basado en valores, diseñado para apoyar el equilibrio social y ecológico y la creación de verdadera riqueza viviente. Hemos visto lo que sucede cuando el gobierno y los grandes negocios operan en secreto. El nuevo sistema debe estar abierto al escrutinio público y al control democrático. La globalización y la más salvaje forma de capitalismo han erosionado los lazos de la comunidad y han creado enormes brechas de riqueza entre los más ricos y los más pobres. El nuevo sistema debe estar localmente enraizado en comunidades fuertes y distribuir la riqueza equitativamente.

Nuestro medioambiente y nuestra infraestructura han pagado un precio terrible por la creencia de que los intereses privados deben siempre ganar sobre los públicos. Un sistema viable debe equilibrar los intereses públicos y privados. La especulación sin regulación está en las raíces de la crisis actual. La sociedad será mejor servida por un sistema que favorezca el trabajo productivo y la inversión, limite la especulación, y suprima la inflación en todas sus formas, incluyendo a las burbujas financieras.

Las siguientes cinco áreas son esenciales para la acción:

1. Dinero emitido por el gobierno. Hay una necesidad urgente de acción gubernamental para crear puestos de trabajo con salarios dignos, reconstruir la infraestructura pública, y restaurar la capacidad productiva doméstica. Sin embargo, para el gobierno es una locura financiar estos proyectos pidiendo prestado dinero creado por los mismos bancos privados que generaron la crisis financiera. En cambio, el gobierno puede y debe emitir dinero libre de deuda para financiar el estímulo y satisfacer otras necesidades públicas. Debidamente administrado, este dinero fluirá a empresas basadas en la comunidad y ayudará a revitalizar a las economías de mercado de Main Street comprometidas en la creación de verdadera riqueza.

2. Banca comunitaria. Bajo el rescate, el gobierno está comprando acciones de bancos fracasados de Wall Street con la esperanza de revenderlas más adelante a intereses privados. Hasta ahora, el dinero ha desaparecido o se ha ido en adquisiciones, bonos gerenciales, remodelación de oficinas, y vacaciones lujosas, sin efectos perceptibles en la liberación del crédito.

Un plan mejor, como muchos economistas están recomendando, es forzar a los bancos en bancarrota para ser liquidados judicialmente por el gobierno. Como parte de la venta y distribución de bienes para satisfacer el reclamo de los acreedores, estos bancos deberían ser disgregados y sus sucursales locales vendidas a inversores locales. Estos nuevos bancos, individuales y comunitarios, y asociaciones mutuales de ahorro y crédito, deberían ser establecidos por ley para servir las necesidades de Main Street, prestar a fábricas, comerciantes, granjeros, y propietarios de casa locales, dentro de un fuerte marco regulatorio.

3. Inversión en riqueza real. Las apuestas deberían estar confinadas en casinos autorizados. Contrariamente a los dichos de Wall Street, la especulación financiera no crea riqueza real, no sirve ningún interés público, y debería ser fuertemente desalentada. Hay que gravar la compra o venta de instrumentos financieros e imponer una sobretasa sobre las ganancias de capital de corto plazo. Hay que volver ilegal el vender, asegurar, o prestar contra un activo que no posees, o emitir prendas financieras no respaldadas por un activo real. Esto efectivamente debería clausurar gran parte de Wall Street, lo cual sería un resultado positivo.

El dinero que ha sido utilizado para la especulación debe ser redirigido hacia inversiones productivas que creen riqueza real y satisfagan nuestras necesidades esenciales de manera responsable, equitativa, y sustentable, utilizando tecnologías verdes y ciclos de producción cerrados. Podemos comenzar eliminando los subsidios a los combustibles fósiles e imponiendo un precio a las emisiones de carbono. Podemos revisar los acuerdos de comercio para afirmar la responsabilidad de cada nación para contribuir a la seguridad y estabilidad económica al organizarse para el autoabastecimiento sustentable en alimentos y energía, y al manejar sus economías para mantener las importaciones y exportaciones en equilibrio. Si nosotros, los norteamericanos, aprendemos a vivir dentro de nuestros límites, liberaremos recursos que otros necesitan para alimentarse, vestirse, y alojarse, como así también a sus familias. La noción de que al reducir nuestro consumo dañaremos a otros es un ejemplo más de la distorsionada lógica de una economía de riqueza fantasma.

4. Política fiscal de clase media. Las elites financieras dominantes han utilizado su control de la política fiscal para conducir una guerra de clases que ha diezmado la alguna vez celebrada clase media norteamericana, y nos ha llevado al desastre económico. Los mercados trabajan mejor cuando el poder económico está distribuido equitativamente y los individuos contribuyen a la economía al mismo tiempo como trabajadores y dueños. La inequidad masiva en el ingreso y la propiedad asegura el fracaso de los mercados y la democracia por igual.

Para restaurar el tejido social y distribuir recursos reales en formas de que sirvan las necesidades de todos, debemos restaurar a la clase media a través de políticas fiscales orientadas a la equidad. Hay también un fuerte argumento moral que aquellos que obtuvieron ganancias de la creación del desastre económico actual deberían soportar la mayor parte del costo de corregirlo. Es tiempo de reinstituir las políticas que crearon la clase media norteamericana luego de la Segunda Guerra Mundial. Restaurar los impuestos progresivos sobre el ingreso con un tope máximo del 90 por ciento y favorecer la participación universal en la propiedad responsable y el ingreso familiar. Porque nadie tiene un privilegio de nacimiento a una parte más grande de la riqueza real de la sociedad que cualquier otro, hay que utilizar el impuesto sobre la herencia para restaurar el equilibrio social al final de cada vida, en un equivalente moderno al Jubileo bíblico, el cual convocaba periódicamente el perdón de las deudas y la restauración de las tierras a sus dueños originales.

5. Empresas responsables. Las empresas en una economía de mercado necesitan una ganancia justa para sobrevivir. Esto impone una disciplina necesaria. El servicio a la comunidad, de todas formas, más que la ganancia, es la principal justificación para la existencia de las compañías. Como Wall Street ha demostrado tan gráficamente, las ganancias no son una medida confiable de la contribución social.

Las empresas tienen más probabilidades de servir a sus comunidades cuando poseen escala humana y sus propietarios son inversores locales con un interés activo en sus operaciones, más allá de la mera ganancia. Las concentraciones del poder corporativo reducen la responsabilidad pública, y ninguna corporación debería ser demasiado grande para fracasar. La nueva economía utilizará las leyes antimonopolio para deshacer a las grandes corporaciones en sus partes componentes y venderlas a dueños locales responsables. Existen muchas formas de juntar recursos económicos que no generan concentraciones de poder monopólico ni alientan los propietarios ausentistas. Esto incluye muchas formas de propiedad del trabajador, cooperativista, y de la comunidad, y alianzas cooperativas entre empresas afincadas localmente

Las propuestas actuales para lidiar con el colapso económico se quedan demasiado cortas con respecto al profundo conflicto de valores e intereses que existe en el núcleo de la crisis económica actual. Enfrentamos una urgente necesidad de expandir y profundizar el debate para desarrollar opciones que vayan mucho más allá de lo que se encuentra actualmente sobre la mesa.



David Korten escribió este artículo como parte de La nueva economía, la edición de Verano de 2009 de YES! Magazine. David Korten es co-fundador y miembro directivo de YES! Su más reciente libro es Agenda for a New Economy: From Phantom Wealth to Real Wealth.

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